Es un trashumante que recorre el norte neuquino. En esta época baja hacia los campos de invernada.
CHOS MALAL (ACHM).- Las distancias, las inclemencias climáticas, la soledad a través de la escarpada y agreste geografía del norte neuquino son algunos de los desafíos que deben encarar los crianceros trashumantes que en ésta época del año realizan el traslado de los animales de los campos de veranadas en la cordillera a los campos bajos de las invernadas. Es el caso de Emilio González, que a pesar de sus más de 80 años continúa con esta práctica ancestral que le permite encontrar alimento para sus chivitos, principal sustento de su economía familiar.
El mal tiempo fue un compañero más de Emilio en los últimos días. Pero a pesar de la lluvia continuó con su marcha: se bajó del caballo y caminó a la par de su medio millar de chivitos para tratar de calentar un poco el cuerpo. Siguen sus pasos sus perros chiveros, Combate, Copa y Chiquito. Al último, que se sumó con el viaje ya iniciado, lo bautizó El Colado.
«Río Negro» compartió el andar de Emilio entre El Alamito y el bordo de Huaranchenque, a 20 kilómetros de Chos Malal. El hombre de rostro cansando y curtido, de manos agrietadas por la labor diaria, es el reflejo de lo que viven los crianceros de la zona norte de la provincia, que históricamente han debido practicar la trashumancia para garantizar el alimento de sus animales. Todo su capital lo constituyen esos 500 chivitos y unos 10 yeguarizos en tránsito hacia mejores campos.
La transhumancia es una actividad ganadera basada en el movimiento de los animales entre dos sectores distintos y alejados, siguiendo un ritmo estacional. En verano van a los campos altos de la cordillera para aprovechar los pastos cuando quedan libres de nieve y en invierno retornan a los campos bajos buscando el refugio y las pasturas.
Emilio refiere tener unos 50 años, pero su hijo Daniel Antonio González, quien lo acompaña, sostiene que «tiene más de 80». Partieron desde el Paraje Cajón de Los Chenqueles, en cercanía de Los Cerrillos en el departamento Minas a principios de abril y les queda un largo trecho aún para llegar a Los Chuihuidos, donde los animales pasarán los próximos meses hasta la primavera. Entre ambos campos hay unos 300 kilómetros de distancia.
Emilio viste poncho, pulóver de lana, campera, chaleco, gorra, medias y rodilleras hechas de cuero de chivo, pero cuando llueve –como ocurrió en los últimos días– o aprieta el frío, no al pilcha que aguante. Su hijo se encarga de juntar leña para el fogón que harán en el refugio al costado de la Ruta Provincial 43. Allí recuperarán energías para seguir el viaje que emprenden cada año.
Fuente: http://www.rionegro.com.ar/diario/emilio-el-hombre-que-camina-junto-a-sus-chivos-8124149-62202-nota_multifoto.aspx